martes, 16 de agosto de 2011

EL TÍO GILITO Y SUS SECUACES - ARTURO PÉREZ REVERTE - XL SEMANAL - 16/8/2011

Decía Unamuno que, cuando en España se habla de honra, un hombre honrado debe ponerse a temblar. Más de uno debió de temblar el otro día, escuchando decir a un poderoso banquero que ahora los bancos serán más compasivos con sus clientes. Es hecho probado que a ningún banquero, de aquí o de afuera, le da acidez de estómago la ruina ajena. Un banquero es un depredador social con esposa en el Hola, un Danglars que traiciona a cuanto Edmundo Dantés cruza su camino, un Scrooge al que se la traen floja los espectros de las navidades pasadas, presentes y venideras, un tío Gilito que hasta con su sobrino el pato Donald -los que leíamos tebeos lo calamos desde niños-, ignora la piedad. Y ni falta que le hace.


Arturo Pérez Reverte inicia hoy la Patente de la semana con una calificación negativa, tomada prestada de nuestro queridísimo Unamuno, sobre la falta de honradez del español, para arremeter a continuación contra el egoísmo, avidez y deshumanización de los banqueros.

Me ha parecido curiosa la coincidencia de esta patente con unos pensamientos que rondan mi cabeza desde hace unos cuantos días. No están concretamente relacionados con los bancos, pero sí con las personas que piden créditos a los bancos u a otras entidades para comprar una casa, montar un negocio o simplemente para poder seguir con su negocio.


Empecé a pensar en ello cuando, necesitando comprar unas simples cortinas, acudí a una tienda de telas donde ya me habían confeccionado unas hace escasamente dos años. Las había comprado en una calle peatonal muy concurrida. Me volví loca, calle arriba, calle abajo ¡la tienda de telas se había esfumado! Entre tanto ir y venir, me fui percatando de que muchas de las tiendas, que había anteriormente visitado e incluso comprado en ellas algún producto, habían desaparecido y habían sido reemplazadas por franquicias de marcas muy conocidas. La gran mayoría de las tiendas, sí, esas que todos conocemos desde la infancia, esas con cuya dueña hablábamos -por lo menos yo- de lo caro que está la cesta de la compra, de las celebridades de la tele, etc… esas tiendas siguen en el mismo sitio pero ya no son reconocibles, porque su exterior e interior se ha transformado y su denominación también, ahora se llaman Adolfo Domingo, Zara, Mango, Lifties, Woman Secret, … y atienden unas jovencitas, guapas y delgadas, que ya ni nos doran la píldora ni nos alegran el día contándonos lo bien que nos queda el vestido ni sugiriendo que nos probemos tal chaqueta que va a juego con el vestido, no, las nuevas y jóvenes dependientas sólo esperan impasibles que compremos algo, o no, y que paguemos. ¿Se ha deshumanizado la compra-venta?, no lo creo, pero los intereses son distintos.


Bueno, pues volví a casa desilusionada porque, a pesar de preguntar por doquier por la dichosa tienda de telas, nadie fue capaz de dar razón de ella. Al llegar a casa, me encontré con una vecina y le conté mi desafortunada pesquisa. Por fin, Mulana (*) debió de acudir en mi ayuda porque la vecina conocía perfectamente la tienda y su historia.


La historia de la tienda de telas no es en absoluto original, es la historia de todos los comercios de nuestro país. Los alquileres son cada vez más altos, las tiendas ya no venden lo suficiente para poder pagar esos altos precios ni los salarios de los empleados y los bancos ya no ofrecen financiación por falta de garantías o avales suficientes así como por la baja calificación de su solvencia financiera.


Según un artículo aparecido en el periódico El País, la globalización y la competitividad han contribuido a esta transformación del comercio de forma muy rápida en los últimos años. El modelo de las franquicias permite a las pequeñas empresas, que deben competir con grandes corporaciones con muchos más recursos financieros, acceder con rapidez a ventajas de escala (marca, fabricación, publicidad, etc.) sin necesidad de comprometer grandes recursos financieros. Y por otra parte, en un mercado cada vez más competitivo y profesionalizado, el pequeño emprendedor necesita el apoyo de una marca fuerte que le permita hacerse un hueco en el mercado y le garantice mayores posibilidades de éxito en su aventura empresarial.


¡Quizás hemos ganado en mejores precios pero seguro que hemos perdido en calidad y relación humana!

 

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