Cuando las palabras, tan sonoras,
se alejan demasiado de la realidad, tan muda, resulta más elocuente la realidad
que las palabras. Ese vídeo del ministerio de Trabajo, por ejemplo, en el que
se asegura que la reforma laboral protege al trabajador, se ha vuelto contra el
PP en Andalucía. Si van a seguir protegiéndonos de este modo, pensaron los
votantes, mejor desobedecer a las encuestas. Entonces llega Miguel Martín, que
es el presidente de la patronal bancaria, y proclama que la huelga general nos
acerca más a Grecia que a Alemania. Pues no, lo que nos acerca a Grecia, o a lo
que usted ha pretendido metaforizar al citarla, son las prácticas financieras
llevadas a cabo por los chiringuitos que usted preside. Antes de abrir la boca,
debería usted haber considerado que el ciudadano es consciente del dinero
público que les estamos inyectando para salvar su salario de usted, su culo de
usted, su sillón de usted, sus retribuciones especiales de usted, su automóvil
con chófer de usted y su jubilación multimillonaria de usted, entre otras
bagatelas de usted. Debería haber sido más prudente sabiendo, como sabe, que
les estamos prestando dinero público al 1% para que lo inviertan en deuda
pública al 5%, una práctica parecida al tráfico ilegal de órganos. Debería
incluso callarse si tenemos en cuenta que ahora mismo, cuando el banco llama a
un cliente, lo primero que éste hace es esconder la cartera. Y es que usted,
como asegura Felipe González, un hombre del sistema donde los haya, no dirige
una organización bancaria sino un casino sin reglas. Eso es lo que nos
retrotrae a la noche de los tiempos, eso y el pensamiento de Gallardón sobre la
mujer y el de Guindos sobre los derechos de los trabajadores… De ahí el éxito
de la huelga, que es el éxito de la realidad muda frente al despliegue verbal y
policial del Gobierno.
Pues sí, querido Sr. Millas, tiene vd. toda la razón no son más que palabras vacias, palabras sin significado alguno y peor aún mentiras que políticos, banqueros y otros energúmenos que se les arriman no cesan de proferir con el fin de imponer a una mayoría, en este caso, al pueblo español su visión de la política y de la economía creyendo que a estas alturas del siglo XXI se nos puede todavía engañar y acallar como si fuéramos todos unos incultos inocentes o inocentes incultos. Sí, aquí seguiremos defendiendo nuestros derechos y no permitiendo que seamos nosotros, los trabajadores, los que tengamos que arruinarnos para defender a los que detentan el poder económico y político de España.
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