domingo, 1 de abril de 2012

A BORDO DEL TITANIC - ARTURO PÉREZ REVERTE - XL SEMANAL - 01/04/2012

Parece que fue ayer, y ya ven. La noche del próxima 14 de abril toca aniversario: cien años justos desde que el Destino que tiene ganas de guasa, puso un iceberg en mitad de la ruta del Titanic. Barco publicitado como insumergible, tecnología ultramoderna, primer viaje, 2.228 personas a bordo entre pasajeros y tripulantes. La mar lisa como un plato. Y zaca. Cubitos de hielo en la cubierta de estribor, desgarro bajo la linea de flotación, y al fondo. Millar y medio de ahogados preguntándose cómo ha podido pasarme esto. Glú, glú. Después, un siglo de leyenda, libros, películas: la de Kate Winslet y Leonardo di Caprio, estupenda. La protagonizada por Clifton Webb, prescindible y mediocre, incluso mala. La mejor, en mi opinión, la más rigurosa y perfecta -la he visto docenas de veces, y sigo haciéndolo- es La última noche del Titanic, dirigida por Roy Baker sobre un guión nada menos que de Eric Ambler, basado a su vez en un libro conciso y magnífico de Walter Lord, A Night to remember- así se titula la película en inglés-, que ninguna de las obras posteriores logró superar nunca. El libro de Lord, publicado en 1954, acabo de verlo en bolsillo, recién reeditado, con el mismo título: La última noche del Titanic. Ásí que quien quiera saber exactamente lo que ocurrió a bordo entre el 14 y el 15 de abril de 1912, no sé a qué espera, si tiene una librería cerca o lejos.


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1 comentario:

  1. Ante todo quiero disculparme, no tengo paciencia y me adelanto siempre a los acontecimientos. Digo esto porque nada más ver el título de la Patente de esta semana, me dije ¡no, por favor, otra vez no, otra patente sobre el Titanic, no ¡Pero cómo se repite este hombre, ya no sabe de qué o sobre qué escribir!

    Pues retiro todo lo dicho, escrito y malpensado y felicito a APR por la Patente porque empezar con el Titanic y acabar relacionándolo con la que está cayendo en nuestro país por culpa de los políticos, de los banqueros, de los empresarios y, para que vamos a negarlo, de nosotros mismos pues es una buena vuelta de tuerca.

    Pero, me pregunto yo, existe acaso en la vida algo que no sea peligroso. Desde los inicios de nuestra era, el hombre ha sentido la necesidad de descubrir y comprender el mundo que le rodea y es bien sabido que durante toda la historia de la humanidad, el hombre ha arriesgado su vida por mares y tierras para satisfacer este afán de conocimiento. Cualquier experimentación es peligrosa, no existe ciencia sin riesgo pero el riesgo es mayor cuando son los intereses especulativos y la ambición desmesurada los que guían a la ciencia y a la tecnología. Estas conductas son las responsables del marasmo económico en el que estamos inmersos.

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