domingo, 22 de enero de 2012

SOBRE LIBROS, CAÑAS Y TAPAS - ARTURO PÉREZ REVERTE - XL SEMANAL - 23/01/2012

Unos cazan conejos o venados, y otros cazamos libros. Transcurre una de esas mañanas frías y soleadas de Madrid, cuando las casetas de la cuesta Moyano se alinean en una luz cegadora con sus mostradores y tenderetes llenos de libros de lance. Entre esos naufragios de librerías, pecios de bibliotecas, restos flotantes de vidas y mundos desaparecidos, me muevo atento y sigiloso como un francotirador adiestrado por viejos hábitos. Dispuesto, como estipulan las reglas, a actuar sin piedad frente a otros eventuales cazadores, madrugándoles la pieza codiciada. Llevo así hora y media, mirando, tocando, husmeando como un depredador pertinaz, del mismo modo que mi teckel Sherlock lo haría, si su amo le permitiera hacerlo, tras el rastro de un codiciado jabalí. Con el pálpito en el corazón y el hormigueo en los dedos sucios de buscar y rebuscar que siente todo psicópata de los libros en lugares como éste. Ávido por cazar hasta sin hambre. De colmar el zurrón aunque vaya bien repleto.



Entrañable Patente sobre todo porque habla de libros y aún más cuando se trata de libros viejos o antiguos y, si éstos fueran de autores franceses del XVII, XVIII y XIX, pues ya el gusto se convertiría en exquisita delicia aunque sólo fuera para mí.

Me pilla lejos la Costa Moyano, hubo un tiempo en el que trabajaba cerca y me acercaba a menudo a ver si la suerte me acompañaba y encontraba uno de esos libros de literatura francesa (u otros) encuadernado en cuero antiguo y a precio asequible. A veces conseguía lo que buscaba, otras me tenía que conformar con el tradicional papel acartonado de nuestros días.

Lo que trato de no perderme es la Feria del libro antiguo y de ocasión que se celebra cada año en Otoño y Primavera aunque tengo que confesar que, también a mí, me dio pena ver este otoño el escaso público que acudió a husmear esos benditos libros a pesar de que los precios, a mi parecer, estaban realmente al alcance de muchos bolsillos.

No entiendo o quizás si, por qué la Feria del libro de Madrid que se celebra cada año en el Retiro tiene tanto éxito de público, no sé si lo tiene también de ventas aunque me imagino que sí, basta con ver las interminables colas de personas que esperan ansiosas, con su libro en la mano o bajo el brazo, la maravillosa firma y dedicatoria de su autor favorito entre los cuales y me atrevo a aventurar que el que más, el insigne autor de esta Patente.

Y se me ocurre a bote pronto que nuestros queridos escritores bien podrían, aunque sólo fuera un solo día al año, ayudar a los libreros de la Cuesta Moyano personándose allí mismo -con feria o sin ella- con su último libro u otro cualquiera bajo el brazo, echar una firmita y así atraer a su público hacia ese maravilloso rincón de Madrid que irá desapareciendo si no se toman medidas contra la desidia de nuestros gobernantes de la Comunidad o Ayuntamiento de Madrid y de otras tantas Comunidades.

Y, ¡os imagináis la Cuesta Moyano con una gran cafeteria al aire libre llena de "devoralibros" con una caña o una copa de vino en una mano y un libro en la otra!
Por otro lado. muchos achacan a Internet la caída de la venta de libros, la famosa piratería y presentan también a Internet como el principal enemigo del libro y de la actividad lectora, pienso que el problema no proviene de las nuevas tecnologías, en concreto de Internet, sino de un hábito lector en franca decadencia sobre todo en cuanto a lectura literaria se refiere. Los jóvenes estudiantes han dejado de buscar la información en los libros y en las bibliotecas y ahora lo hacen en Internet, esto les lleva a ir saltando de un texto a otro, no se detienen en lo lineal, el hipertexto ha cambiado el concepto de lectura y nos ofrece una información que aúna tanto lo verbal como lo no verbal (imágenes, esquemas, audio, etc …). Se sobrevuelan los contenidos sin llegar a fijar la atención y por lo tanto la concentración ¡Cómo van o vamos entonces a poder leer una novela!

Lo importante en esta era digital es que el libro no muera, que nuestros escritores sigan cumpliendo con su oficio, es decir al arte de la escritura y que lo sigan haciendo cobrando por su trabajo artístico.

La descarga o venta de libros digitales nunca podrá reemplazar las sensaciones y emociones que experimentamos al entrar en una librería de viejo (o contemporánea) y cogemos entre las manos esos tesoros que encierran tantas vidas y aventuras. El placer que nos produce el poder hojearlos y pasar sus páginas o la misma tipografía e impresión tan cambiante de un libro a otro ¡cómo compararlo con la fría pantalla digital!

Por otro lado, considero que se editan demasiados libros, todo el mundo tiene derecho a escribir y a editar sus escritos pero un gran número de libros no se merece el precio que se pide por ello. Independientemente del favor que le podemos hacer a los árboles, la era digital ha puesto de manifiesto que el precio de los libros en papel no siempre está justificado.

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