Un cigarrillo en la puerta de Lucio, al salir a la calle. Javier Marías lo enciende apenas pisa el umbral. En la Cava Baja de Madrid hace un frío del diablo. Hemos despachado una de nuestras habituales cenas después de la Academia, algunos jueves: tomate aliñado para dos, escalope Javier, solomillo poco hecho yo, algo de vino. Siempre en la mesa de la esquina, a la que de vez en cuando se acerca alguien a decir buenas noches. Lectores suyos, lectores míos. A menudo -nos sigue sorprendiendo- gente que nos lee a ambos. Hoy gano yo por dos a uno, pero otras noches gana él. A veces llevamos la cuenta sonriendo silenciosos y cómplices. Celebrando que puntúe el otro. Suena poco español, pero es cierto. Algunas amistades serían imposibles sin maneras de caballeros. A fin de cuentas, para eso sirven las reglas. Me ha gustado mucho esta Patente sobre todo porque el tema versa sobre literatura pero también sobre amistad, la que une a Arturo Pérez Reverte y a Javier Marías. Se nota que Pérez Reverte está a gusto con su colega y amigo, se respira complicidad y buen rollo entre ellos, lo que les lleva a mantener una conversación de lo más prosaica, como muy bien afirma D. Arturo, sobre los lectores y el paso del tiempo –y debe ser largo el tiempo porque la Patente es mucho más larga de lo que nos suele acostumbrar. Sí, debo confesar que me gusta muchísimo leer sus Patentes, a pesar de que no versan sobre mis temas favoritos, siempre aprendo algo sobre la idiosincrasia del español, sujeto que, en su vertiente masculina, me ha atraído desde muy jovencita y me sigue atrayendo.
Ahora bien, si me permitís la intrusión, creo que podríamos catalogar esta Patente de Corso como metadiscurso, metarelato o metaliteratura, como mejor os parezca, ya que como muy bien señala Pérez Reverte, pasan a conversar sobre autores y libros, pero no cualquier libro, sino los que leyeron en otros tiempos cuando eran más jóvenes, a lo mejor también más inocentes, más ingenuos, menos exigentes y menos maleados en el oficio de escribir. También recuerdan los libros que les han defraudado con el paso del tiempo pero otros les siguen extasiando por la maestría del autor, Lampedusa, Joseph Conrad, Alejandro Dumas y, Dashiell Hammet, autor de novela negra que siempre me ha fascinado.
Así que, como sin querer, Arturo Pérez Reverte, aprovechando el paseo nocturno con su amigo Javier Marías, nos ha recomendado unas cuantas lecturas para estos días de asueto navideño.
Es siempre un placer leer textos sobre la amistad y la literatura.
De Javier Marías leí en su momento Corazón tan blanco, que me gustó muchísimo, Mañana en la batalla piensa en mí y Todas las almas, que tampoco estaban mal. Ahora me he comprado los Enamoramientos pero todavía no lo he empezado.
Pensando en la relación de Javier Marías con Inglaterra, me acabo de acordar ahora de un autor, David Lodge, que leí hace mucho tiempo y que me encantó, me partía de risa con sus novelas sobre todo El mundo es un pañuelo que se desarrolla en un ambiente universitario con sus múltiples congresos.
De todas formas, novela española leo muy poco últimamente, leo más novelas francesas y novela negra sobre todo norteamericana, pero me gusta mucho la novela española y francesa del XVIII, XIX y del XX, son novelas que releo con gusto así como el teatro francés del XVII, vease Molière e incluso la tragedia. En cuanto a releer lo que he leído estos últimos años, si se trata de novela contemporánea tendría que pensar mucho para elegir una novela que quisiera volver a leer. Ahora bien de lo que leí en la adolescencia y en la carrera no me importaría volver a retomar unos cuantos libros, a lo mejor dejo de comprar libros nuevos y me pongo a releer libros que me encantaron para refrescar, rememorar su contenido y a lo mejor disfrutar más de la lectura. Tampoco me importaría volver a ver películas que me han gustado, reconozco que el cine me chifla así como el teatro, aunque soy cada vez más exigente.
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