Hace unos meses ya, un periódico español señalaba
que los españoles entre 2010 y 2011 fuimos mucho más al ballet, a exposiciones,
a monumentos y a bibliotecas que en el periodo anteriormente investigado
(2006-2007) y que pese a la crisis aunque algo menos que antes, seguíamos
acudiendo al cine, a conciertos de música y al teatro. Esta aseveración podría
ser cierta pero habría que matizar un poco.
Me acuerdo que en diciembre pasado, había quedado
en unos de los cines Renoir para ver La fuente de las mujeres de Radu
Mihaileanu pero cuál fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que la película ya
no estaba en cartel. Nada grave por supuesto, elegimos otra película, El
Topo basada en la novela de John Le Carré, película que hay que ver
descansado y con los ojos, oídos y mente bien abiertos para no perderse entre
tantos personajes complejos y tantas situaciones enrevesadas. Tengo muy buen
recuerdo de las novelas de Le Carré y del agente Smiley, creo que me las leí
casi todas en su momento aunque no recuerdo haberme perdido en la lectura.
¡Será la edad!
Todo este “parloteo” viene a cuento por la
preocupación que me produce no sólo la continua desafección de las salas sino
más concretamente la corta permanencia de las películas en cartel, por ejemplo,
La fuente de las mujeres de Radu Mihaileanu se estrenó el 9 de diciembre
y el 28 ya no la echaban en ningún cine de los que proyectan en versión
original. Bien es cierto que éramos sólo cinco personas en la sala viendo El
Topo y a lo mejor éramos unos veintena de espectadores para todas las salas
y el viernes anterior pasado que fui a ver El artista de Michel
Hazanavicius (bonita y triste película)., la sala estaba un poco más concurrida
pero, desde luego, no al completo como en otros tiempos.
Lo que es todo un lujo es ir al cine en la
periferia, grandiosas salas, asientos anatómicos, películas mediocres –no
todas-, sin versión original pero eso sí un público hambriento de pipas,
patatas, palomitas y coca cola, … como en los antiguos cines de verano al aire
libre.
Son nuevos y malos tiempos para el cine, tiempos de economía precaria, de descargas “ilegales”, la famosa piratería. Gracias que, a pesar de la crisis o a lo mejor por este motivo, se siguen haciendo buenas películas en el mundo.
Son nuevos y malos tiempos para el cine, tiempos de economía precaria, de descargas “ilegales”, la famosa piratería. Gracias que, a pesar de la crisis o a lo mejor por este motivo, se siguen haciendo buenas películas en el mundo.
Así que si queréis ver una película en el cine,
daros prisa porque cuando os querías dar cuenta ya la habrán quitado y sólo os
quedará descargarla o esperar unos cuantos años para verla por televisión.
Y como diría mi querido escritor Marc Levy,
¡ojalá fuera cierto! que los espectadores acuden más al cine aunque sólo sea
para olvidarse de la crisis.
Por cierto, conseguí por fin ver la Fuente de
las mujeres en versión original, aunque en una sala tan diminuta que casi
parecía estar viéndola en familia, lo cual muchas veces se agradece.Aunque no
sea la mejor película del año me gustó muchísimo, te hace creer en el ser
humano, en la perseverancia en una lucha que considera un derecho, una
reivindicación justa, en este caso que los hombres asuman la labor de cargar
con los cubos de agua desde la fuente (en lo alto de la montaña) hasta el
pueblo, con el fin de evitar los numerosos accidentes que sufren las mujeres
durante el escarbado descenso.
Se sale de la película con la sonrisa en la boca, con el corazón contento, que diría Marisol, y satisfecha de comprobar con qué sensibilidad y respeto se tratan unos temas aparentemente menores pero que se han convertido en el “leitmotiv” de las personas menos consideradas del pueblo y hasta hace poco –siendo generosa- del mundo musulmán, las mujeres.
Se sale de la película con la sonrisa en la boca, con el corazón contento, que diría Marisol, y satisfecha de comprobar con qué sensibilidad y respeto se tratan unos temas aparentemente menores pero que se han convertido en el “leitmotiv” de las personas menos consideradas del pueblo y hasta hace poco –siendo generosa- del mundo musulmán, las mujeres.
Con qué armas pudieron lucharon estas mujeres
para apoyar sus exigencias, pues como cualquier trabajador, recurriendo a la
huelga, aunque en este caso no fue una huelga de brazos caídos, aunque también,
sino una huelga de amor.
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