De
compras. Me atiende una señora con acento
eslavo, de un metro ochenta de estatura a ojo de buen cubero, con el pelo
rubio y los ojos claros. De ésas que dan miedo. O casi. Hechos los trámites,
llama a dos empleados, y éstos se ocupan del resto de la operación. Uno es un rumano eficiente que se ocupa de mí
con diligencia, y hablando un español casi perfecto, me advierte: «Cuidado con
esta pieza, que es muy jodida y se
suelta». Lo de muy jodida lo ha dicho con el desparpajo y la naturalidad de
quien le tiene tomado el punto a la
pieza que se suelta y al habla de Cervantes. Integrado total. El otro empleado es un joven azteca, o maya, o lo que sea. Uno de allí, con un
magnífico pelo negro, la piel cobriza y unos ojos oscuros e inteligentes.
También son ojos orgullosos. Hace un momento, mientras brujuleaba por la
tienda, tuve ocasión de presenciar una escena de ese mismo joven con un cliente ligeramente
estúpido, y de advertir la mirada que le dirigió el indio cuando al otro se le
fue un poco la mano en el trato. Si te llego a pillar en Tenochtitlán aquella
noche -decía elocuente esa mirada- me hago un llavero con tus pelotas. Incluso
si te encuentro un sábado por la noche, de copas, igual me lo hago. Huevón.
Comentario:
Está
en vena, don Arturo
Intento
siempre esperar a la publicación de la Patente de Corso en XL Semanal para
insertar mis comentarios pero reconozco que esta vez no he podido evitar adelantarme
tras ver como las redes sociales se han puesto en marcha al leer la Patente de
esta semana.
Don
Arturo, como siempre levantando polémica y las redes echando chispas,
nunca mejor dicho ¡qué ganas tiene de provocar! por lo menos a ciertos grupos
de lectores. La verdad es que me lo paso
pipa leyendo las reacciones de los ultrajados ¡qué país! al tiempo que se me
revuelve la sangre, no por la falta de cultura sino por la falta de memoria
histórica que tenemos los españoles, parece mentira que nos podamos sentir
ofendidos habiendo sido España ella misma y durante tantos años un país de emigración.
Pues
Olé, Don Arturo, se lo ha ganado, ojalá el porvenir que augura fuera cierto…
He
manifestado muchas veces abiertamente que he vivido mi infancia y adolescencia en
una especie de Arca de Noé, sin embargo en ese barco no tenía desgraciadamente cabida
todas las personas por igual, sólo las de piel blanca, no importaba que fuera
francés, español, italiano, portugués, inglés, americano o ruso (aunque dentro de estos grupos a unos se les
valoraba más que a otros según el prestigio social de cada nacionalidad) e incluso, aunque siempre con algunas reservas,
se admitía también a los judíos en el grupo. Los chinos, como les llamábamos,
aunque en realidad eran vietnamitas procedentes de la antigua colonia francesa
llamada en aquel entonces Indochina, no se mezclaban con el resto y se dedicaban
sobre todo a la restauración.
Donde ya
la cosa se complica, es cuando el sujeto es marroquí y tiene guasa el asunto porque
el país del que os hablo, se llamaba y se llama Marruecos…. Así que el país se les
llena de emigrantes europeos, americanos y asiáticos que montan empresas y pequeños
comercios pero los que son estigmatizados son ellos mismos, los lugareños es decir los marroquÍes. ¡Qué
ironía!
Que conste que ocurrió lo mismo en Argelia, en Túnez y en Vietnam que es lo que más conozco.
Que conste que ocurrió lo mismo en Argelia, en Túnez y en Vietnam que es lo que más conozco.
Pues,
por muchos franceses, españoles, italianos, americanos, rusos, judíos que conociera
y frecuentara durante todo el tiempo en el que residí ahí, nadie nos ha tratado
con tanto cariño y generosidad como lo han hecho los marroquíes y todavía hoy en el barrio en el que viví los comerciantes me siguen acogiendo con los brazos abiertos y siempre me quieren invitar a sus casas.
Habrá
qué decirles a todos estos nuevos españoles ¡Qué bueno que viniste para
sacarnos de nuestra endogamia! ya que según los eruditos fue la endogamia, es
decir la consanguinidad entre cónyuges, la que ocasionó la extinción de los
Austrias.
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