La vida concede ciertos privilegios, y tener algunos amigos leales, sólidos como rocas, es uno de los míos. Entre ellos se cuenta el mejor de los pintores de batallas españoles vivos: se llama Augusto Ferrer-Dalmau, y llegué a su amistad por el camino más corto: la admiración que siento por su obra. Un día fui a una exposición suya y se lo dije. Le hablé de cómo, en mi opinión, su pintura continúa y renueva una tradición clásica que en España, con breves excepciones, tuvo escasa fortuna. Pocos de nuestros pintores se ocuparon de un género que en Francia tuvo a Meissonier y a Detaille, y en Inglaterra a Caton Woodville. Por ejemplo.
Pensé que no iba a comentar nunca más una Patente de Arturo Pérez
Reverte, pero este autor siempre nos sorprende y esta vez tampoco he podido evitarlo…
Tras unas patentes un tanto insulsas y anodinas para mi gusto, escritas como por obligación, Arturo Pérez Reverte nos regala esta semana una Patente singular, por no decir excepcional y con alma. Me imagino que no es lo mismo hablar de la vecina de enfrente, de la florista o del cabrón del coche que de la obra de un amigo, de un pintor cuya maestría se puede apreciar con una simple fotografía del cuadro.
Nunca me han gustado las batallitas, no se si será ésta la razón por la cual las clases de Historia siempre me han parecido aburridas, pero reconozco que la foto del cuadro es magnífica, sobre todo por la humanidad que se desprende de sus descripciones pictóricas, sean las de los soldados como las del perro. Pero, esta vez, la sola mención al chucho ha terminado de encandilarme, sobre todo porque ante ese paisaje tan desolador, un campo de batallas con sus inevitables heridos y muertos, con unos hombres aguerridos, el pobre podenco parece albergar la única imagen esperanzadora que se respira en ese campo de batalla.
No se si APR, visto la gran difusión que tienen sus patentes, ha querido publicitar la obra de su amigo, Augusto Ferrer-Dalmau, pero desde luego que si sirven para difundir la cultura artística y literaria de este país, bienvenidas sean todas sus patentes.
¡Espero que el cuscús fuera bueno!
Tras unas patentes un tanto insulsas y anodinas para mi gusto, escritas como por obligación, Arturo Pérez Reverte nos regala esta semana una Patente singular, por no decir excepcional y con alma. Me imagino que no es lo mismo hablar de la vecina de enfrente, de la florista o del cabrón del coche que de la obra de un amigo, de un pintor cuya maestría se puede apreciar con una simple fotografía del cuadro.
Nunca me han gustado las batallitas, no se si será ésta la razón por la cual las clases de Historia siempre me han parecido aburridas, pero reconozco que la foto del cuadro es magnífica, sobre todo por la humanidad que se desprende de sus descripciones pictóricas, sean las de los soldados como las del perro. Pero, esta vez, la sola mención al chucho ha terminado de encandilarme, sobre todo porque ante ese paisaje tan desolador, un campo de batallas con sus inevitables heridos y muertos, con unos hombres aguerridos, el pobre podenco parece albergar la única imagen esperanzadora que se respira en ese campo de batalla.
No se si APR, visto la gran difusión que tienen sus patentes, ha querido publicitar la obra de su amigo, Augusto Ferrer-Dalmau, pero desde luego que si sirven para difundir la cultura artística y literaria de este país, bienvenidas sean todas sus patentes.
¡Espero que el cuscús fuera bueno!
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